Artículo sobre la temporada de huracanes - Sub Secretario General John Holmes, Junio 2009

Con el inicio de la temporada de huracanes, es necesario que la mayoría de los países en el Caribe y Centroamérica ubicados en el cinturón de huracanes, esten muy bien preparados para enfrentarlos. Pues en cada temporada se han perdido vidas y los daños son elevados, y no debemos pensar que este año será diferente.

Consideremos primero la ferocidad y la frecuencia de las tormentas que golpean la región. En 2005, cuando el Huracán Wilma rompió todos los registros para convertirse en el huracán más intenso registrado en la historia, muchas personas pensaron que esta situación no se podía repetir. Ellos se equivocaron, y dos años después en 2007, dos huracanes categoría 5 azotaron la región en la misma temporada. Nicaragua sufrió las consecuencias en esa ocasión.

El año pasado, hubo grandes tormentas cada mes durante seis meses. Haití fue abrumado por cuatro grandes sistemas de tormentas, el mayor n=FAmero de semanas. Por consiguiente el sufrimiento humano y los daños fueron inmensos. La ciudad de Gonaives, donde 3,000 personas fallecieron en el 2004 durante la tormenta tropical Jeanne, fue nuevamente la más afectada. El Banco Mundial estima que $ 900 millones de dólares de los logros de desarrollo obtenidos tan arduamente por Haití, se perdieron en el 2008. También en el 2008, en las Islas Turcas y Caicos, el 80 por ciento de las casas fueron destruidas, y el gobierno de Cuba estima que su país perdió más de 9 mil millones dólares por daños causados por las tormentas, el más alto en la historia del país.

Estos eventos no tienen precedentes, pero lamentablemente, no los hace sucesos inesperados. Son la "nueva normalidad" en un mundo en que los efectos del cambio climático, previsto por los climatólogos hace tiempo, ya se están sintiendo.

Tenemos suficientes datos de la =FAltima década, para saber que, en todo el mundo, los desastres naturales están matando y causando el desplazamiento de más personas y causando más destrucción, año tras año. Toda la evidencia científica sugiere que esta tendencia va a continuar e incluso a crecer aceleradamente. El cambio climático no es sólo una amenaza futura, sino que es un peligro actual y real para millones de personas.

Desde una perspectiva humanitaria, el problema es la acción humana, ó la falta de la misma. No podemos impedir que estos desastres ocurran, pero sí podemos reducir drásticamente su impacto, si tomamos las precauciones con antelación. Es una combinación de un evento significativamente peligroso y de una comunidad expuesta y poco preparada, lo que hace que una amenaza natural se convierta en un desastre humanitario.

Inevitablemente en los países menos desarrollados, la mayoría de las personas vulnerables son los más pobres, quienes serán los más afectados por éste y los próximos años. En el Caribe y Centroamérica, se verán más afectados por mayores huracanes y tormentas, con mayor frecuencia. Muchos países a=FAn tienen poca o ninguna capacidad para adaptarse a estas nuevas amenazas, o para recuperarse de las sucesivas pérdidas de miles de medios de subsistencia y hogares.

En lugar de reaccionar después de las emergencias, debemos empezar ahora, a actuar cuanto antes y con inteligencia: practicando la prevención y no la cura. Muchas vidas podrían salvarse si las regulaciones que prohíben la construcción de edificaciones en zonas propensas a inundaciones, fueran promulgadas y cumplidas enérgicamente. Mejorar los sistemas de asentamiento poblacional, y dotando de tierra e infraestructura a las poblaciones de áreas urbanas pobres, tendríamos a miles de personas fuera de peligro. Restableciendo las barreras naturales de nuestras costas como los manglares, desarrollando sistemas de alerta temprana, e implementando normas estrictas para la construcción de infraestructuras p=FAblicas como escuelas y hospitales, son medidas de gran valor que podemos aplicar.

También necesitamos nuevas formas de compartir el riesgo. En los países de bajos ingresos, sólo el 4 por ciento de las pérdidas relacionadas con el clima están cubiertos por alg=FAn tipo de seguro. Mecanismos innovadores para proteger a las personas como las microfinanzas, los fondos sociales y micro-seguros garantizan una mayor investigación y aplicación.

Otro reto es el de asegurar que los futuros acuerdos internacionales sobre cambio climático sean dirigidos hacía el refuerzo de los sistemas de reducción y manejo de desastres ya existentes. Es necesaria una mayor atención a nivel internacional del impacto dramático que el cambio climático tiene en millones de personas en los países en desarrollo. Las personas del Caribe y de Centro América, así como en cualquier parte del mundo en desarrollo, no tienen culpa o parte de la culpa de los problemas climáticos que enfrentamos hoy en día. Sin duda, necesitan el apoyo del mundo para adaptarse a la realidad más peligrosa que vivimos.

Pueda que sea demasiado tarde para poner fin a las condiciones meteorológicas extremas como la nueva norma de este siglo pero al menos podremos adaptar nuestra capacidad para responder a la misma. Mientras más rápido pongamos en práctica las herramientas y sistemas probados para reducir los riesgos de desastre, menor será el n=FAmero de víctimas y mayores serán los logros de desarrollo que dejaremos para las futuras generaciones.

John Holmes es el Sub Secretario General de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios y el Coordinador de Socorro en Emergencias